CAPITULO 24:
La cafetería de la facultad estaba concurrida ese día. No había cesado de
llover desde por la mañana y casi todas las mesas las ocupaban alumnos deseosos de llevarse algo caliente a la boca. Euge y yo conseguimos un par de asientos junto a unos chicos de primero que no tardaron en marcharse. Cande y Agus aparecieron minutos más tarde, aunque Agus se tomó un café a toda prisa y se fue a su siguiente clase. Me esforcé por descifrar unos apuntes que me habían dejado, sin mucho éxito.
Lali:Esto es imposible –protesté, lanzando el bolígrafo contra mi carpeta–
Cande extendió la mano y echó un vistazo a la libreta que tenía ante mí.
Cande:Tuve esa asignatura el año pasado y tengo todo guardado en casa –comentó tras un par de minutos– Pasate cuando quieras y te los dejo
Lali:Te debo una –dije aliviada–
Me había perdido varias clases gracias a la costumbre de Peter de apagar el despertador por las mañanas y seguir durmiendo. Claro que tampoco podía culparle porque al oírlo me acurrucaba contra él murmurando cosas sin sentido y olvidando que debíamos levantarnos.
Habían pasado algo más de dos semanas desde que comenzamos a salir oficialmente, pero al lunes siguiente ya era de dominio público que la nueva, es decir, yo, estaba liada con el chico solitario, es decir, Peter. Era como volver al instituto o, peor aún, ser parte de un episodio de Gossip Girl. Que Peter me llamara L añadía un toque surrealista a la historia. Casi esperaba que en cualquier momento alguien colgara en la página de la facultad una foto de ambos morreándonos. Peter no prestaba oídos a lo que decían y yo procuraba hacer lo mismo, aunque de vez en cuando les diéramos motivos para seguir hablando.
La compañera de piso de Cande se dejó caer en la silla que había a mi lado con pinta de necesitar un café incluso más que yo. Y eso que ya había tomado tres y estaba valorando ir en busca del cuarto. Sabía que Peter y ella habían tenido una historia, pero no habíamos coincidido hasta entonces.
Xxx:No dejo de repetirme que es jueves, pero las horas no pasan más rápido –se lamentó mientras dejaba varios libros sobre la mesa y los apartaba a un rincón para no tener que mirarlos–
Cande:Mery, ¿conoces a Lali? –preguntó señalando en mi dirección–
La aludida se giró hacia mí y esbozó una sonrisa cansada.
Mery:¿Vos sos la chica de Peter? –asentí y ella me observó con detenimiento, sin ningún tipo de pudor– Te admiro, no es fácil lidiar con él
«¿Me lo dices o me lo cuentas?».
No supe muy bien cómo tomarme que la ex de mi novio me dijera aquello. Opté por considerarlo un halago.
Lali:Merece la pena –contesté, encogiéndome de hombros–
Mery:No pensé que viviera para ver a una chica domar al gran Peter
Cande:¡Mery ! – dijo y le dio un manotazo en el hombro–
Mery:¿Qué? Es verdad
Xxx:¿Quién dice que me haya domado? –preguntó Peter a mi espalda-
Eché la cabeza hacia atrás para encontrarme con una de sus sonrisas
ladeadas. Llevaba el pelo mojado y revuelto. Una gota le resbaló por la nariz y fue a parar a sus labios. No importaba el tiempo que pasara con él ni las veces que me besara, mi cuerpo respondía a su mera presencia siempre de igual forma, reclamándole cerca. Se quitó la cazadora y me lanzó una chocolatina de coco.
Peter:Tuve que recorrerme media facultad para conseguirla
Era una estupidez, pero que se hubiera empapado para ir en busca de mi golosina favorita, solo porque había comentado que me apetecía una, me pareció un detalle por su parte.
Mery:¿Decías? –se rio–
Pero él la ignoró y se inclinó sobre mí para besarme. Ni siquiera fue un beso rápido, sino uno de sus característicos besos en los que el resto del mundo parecía desaparecer y no me dejaba ir hasta que se veía obligado a respirar. El resto de la mesa prorrumpió en aplausos, lo que nos valió la atención de toda la cafetería. Les mostré el dedo corazón sin separarme de Peter.
Peter:Me debes una –susurró en mi oído, y me dieron ganas de saltarme la última clase y llevármelo a casa–
Fue a sentarse al lado de su prima, sin darle importancia al hecho de que todos nuestros compañeros nos miraban.
Lali:No sé quién ha domado a quién –farfullé para mí misma–
Peter frotó su pierna contra la mía por debajo de la mesa y se dedicó a traspasarme con la mirada.
Euge:Te estás ablandando, primito –bromeo, dándole varias palmaditas en el hombro–
Peter:¿No tienen cafeteria en tu facultad o qué? –le reprochó, fastidiado, aunque seguía concentrado en mí–
No parecía incómodo por la presencia de Mery, lo que ayudó a que yo tampoco me desquiciara pensando en su pasado juntos. Aunque, siendo sincera, un rumor sordo de celos se arremolinaba en la boca de mi estómago. Euge le dio un pequeño empujón a su primo y volvió a su conversación con Cande.
Peter:¡Mierda! –exclamó, estirando el cuello para fijar su atención en algún punto a mi espalda–
Se levantó apresuradamente y pasó por mi lado.
Peter:Te veo en casa –comentó, y me acarició la mejilla con la punta de los dedos antes de marcharse a toda prisa–
Le vi abordar a un hombre que, por la edad, supuse sería alguno de sus profesores. Peter gesticulaba mientras le explicaba algo. No parecía contento.
Mery siguió mi mirada y se quedó observándolos también.
Mery:Peter lleva detrás de un proyecto desde el año pasado –dijo, como si supiera de lo que estaban hablando– Ha estado peleando por una plaza para esa beca en Londres y necesita una carta de recomendación de al menos dos catedráticos del departamento de Biología ambiental
Todo lo que mi cerebro registró fue «beca» y «Londres», y casi pude imaginarme ya en el aeropuerto despidiéndome de él. Aparté la vista y la clavé en la mesa. Peter no había mencionado nada al respecto. No es que hubiéramos hecho ningún tipo de planes de futuro juntos, apenas llevábamos juntos dos semanas y yo era la primera que tendría que regresar a casa cuando el curso finalizara. No podía esperar que dejara pasar una oportunidad de ese tipo por algo que ni siquiera sabíamos a dónde nos llevaría ni cuánto duraría. Pero yo quería… deseaba que durara.
Euge debió percatarse de mi cambio de humor porque me dio un apretón cariñoso en el brazo. No dijo nada, pero era obvio que sabía exactamente en qué estaba pensando.
Atendí solo a medias a las elocuentes explicaciones del profesor de mi última clase. Me reprendí a mí misma en varias ocasiones no solo por no estar prestando atención, sino por desear de forma egoísta que no le concedieran la beca a Peter y se quedara en Argentina, o que él decidiera no marcharse.
Hundí la cabeza entre las manos y me autofustigué en silencio imaginando a Peter cumpliendo su sueño en Londres. Feliz pero lejos de mí. Era irónico que fuera él el que me hubiera rogado que le avisara antes de que decidiera marcharme.
«Eso te pasa por implicarte», me reprochó la vocecita insidiosa de mi parte más racional, esa que solía aparecer justo en esas ocasiones para meter el dedo en la llaga.
La callé con no poco esfuerzo, recordándome que acabábamos de empezar a salir, aunque me sonó a excusa barata incluso a mí. No engañaba a nadie. Peter se había apropiado de mi corazón. Mientras yo me dedicaba a retirar las capas más superficiales de su imprevisible carácter, él se había colado por la puerta de atrás y puesto mi mundo patas arriba. Porque, aunque no se lo había confesado a nadie, la idea de quedarme en Argentina por un tiempo indefinido rondaba mi cabeza desde hacía días.
Solté un sonoro resoplido y el profesor interrumpió su disertación para lanzarme una mirada airada. Me encogí en mi asiento y me obligué a dejar de darle vueltas al asunto, aunque mi mente parecía dispuesta a no permitir que me olvidara de ello durante mucho tiempo.
Recogí mis cosas con desgana en cuanto sonó el timbre, sabiendo que Euge ya habría vuelto a casa y Peter tampoco me había esperado. Maldije al darme cuenta de que tendría que correr casi seiscientos metros bajo la lluvia para llegar hasta la parada de metro e iba a calarme hasta los huesos porque se me había olvidado el paraguas.
El agua chorreaba de mi ropa sobre el suelo del ascensor cuando me metí en él, y mi humor era mucho más oscuro que las nubes de tormenta que poblaban el cielo de Argentina.
«Vaya día de mierda».
Esperaba que Peter no tuviera alguna salida impertinente, porque en aquel momento iba con las pilas cargadas de mala leche y unas ganas terribles de iniciar una pelea. No sabía si era por miedo a perderle, porque no me hubiera contado nada de la beca o por no ser capaz de afrontar el hecho de que necesitaba a Peter más de lo que quería admitir.
¿Se avecinan probleeemas o es cosa mia? Lo sabremos el proximo caapitulo chiicaas!! Nos leemos el Luuuneeeees!!! ❤
sos mala eh. como nos dejas asi subi otro daleeeee
ResponderEliminarMe encanto aunque debo acmitir que me dejaste con la intriga de saber q pasara pero ya lo sabre el lunes
ResponderEliminarEspero el proximo besos
Heyyyy y porq hasta el lunes?????
ResponderEliminarDemando saber q pasara!!!
noooooo Coriiiiii!! voy a estar 15 dias sin leer tu nove xq me vou a Cancún!!! Por fiii sube uno de regalooooo, así no sufro tanto. Pleaseeeee
ResponderEliminarMarta :)
Subí otro hoy...... Dale....
ResponderEliminarOtrooo otrooo
ResponderEliminarMaass
Hasta el lunes? NOOOOOOO
ResponderEliminarPorfavor subi otro
Miedo a parderte owww Laliter
ResponderEliminarNOOOOOO,el lunes no ,sube antes k ,la pc me ha dado una tregua y no se hasta cuando,jajjajajajaja.
ResponderEliminarSe avecina pelea Jajajajajajajajaja
ResponderEliminarHoy hoy hoy hoy sigueeeee
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