lunes, 16 de marzo de 2015

7° ENAMORADA DEL CHICO "MALO" ❤



   CAPITULO 7:


Xxx:Debería quedarme en casa –repitió Eugenia por décima vez–

Nos estábamos preparando para ir a la fiesta de moteros y ella no dejaba de decir que no era una buena idea.

Lali:Se lo prometimos a Agus –le recordé– y te vendrá bien salir

No parecía demasiado convencida, pero después de pasar las últimas veinticuatro horas encerradas en su habitación, incluso yo necesitaba un poco de aire fresco. Nos habíamos quedado dormidas en su cama, después de una sesión intensa de críticas al género masculino y algunos llantos más por su parte.

A pesar de su aspecto frágil, Euge era una chica con las cosas claras. Había perdido la confianza en Maxi y no se veía capaz de darle una segunda oportunidad. En ese aspecto se mostró tajante, de lo que no pude más que alegrarme. Yo apenas conocía a Maxi y no tenía nada en contra de él, pero por lo que mi compañera me había contado sobre sus constantes coqueteos con otras chicas, era probable que no fuera la primera vez que la engañaba.

Lali:Habrá tíos buenos –añadí con un sugerente movimiento de cejas que
la hizo sonreír– Y creo que Cande se mostraría bastante decepcionada si pierde la ocasión de incordiar a Agus

Euge:Los tíos se pueden ir al infierno –replicó ella–

Pero continuó pintándose los labios de rosa.

Lali:Por eso te has puesto lo primero que has pillado en el armario, ¿no?

Euge llevaba un vestido de color coral y fruncido en el pecho, que resaltaba su estilizada figura, y lo había acompañado con unas cuñas nude. Si le tocaba subirse a la barra esta noche, los moteros iban a tener una buena panorámica de sus piernas. Por mi parte, yo había optado por unos shorts vaqueros y una blusa sin mangas y con escote en pico. El buen clima de primeros de septiembre acompañaba, así que ni siquiera me planteaba cargar con una chaqueta.

Terminamos de maquillarnos y recogimos nuestros bolsos. Peter había estado desaparecido durante todo el día. Al levantarnos no había ni rastro de él. Euge no le dio importancia y a mí tampoco es que me apeteciera mucho verle, por lo que no pregunté al respecto. Era consciente de que Peter se había dejado llevar por la impotencia al ver el dolor que Maxi le había causado a su prima, pero además del recelo que me provocaba su visceral comportamiento, aún le guardaba rencor por la humillación a la que me había sometido en el campus.

Lali:Lo pasaremos bien, ya lo verás

Euge:Por si lo olvidabas, vamos a la fiesta a trabajar –me contestó haciendo un mohín–

Lali:Te mantendrá ocupada

Puso los ojos en blanco y me vi en la obligación de recordarle que si estaba metida en todo aquel jaleo de trabajar en un bar era por ella. Y eso me llevó a pensar en mi otro compañero de piso, que también estaría sirviendo copas esa noche. Con suerte pasaría la horas atendiendo a clientes y sin tener que cruzar una palabra con él.

Cande nos recogió con su coche un cuarto de hora más tarde. Puso una emisora de música pop donde sonaba a todo volumen la banda del momento en Argentina: Los Teen Angels y pasaron o más bien pasamos el trayecto cantando a voz en grito como si fuéramos adolescentes en un concierto. Me alegró comprobar que Euge estaba mucho más animada que el día anterior. Aún nos reíamos cuando traspasamos la entrada del Marlon. Agus corría de un lado a otro cargado de bandejas de aperitivos, pero en cuanto se percató de la presencia de Cande su rostro se iluminó y dejó todo sobre una mesa para acudir junto a nosotras. En realidad, sería más justo decir que abandonó lo que estaba haciendo para levantar a su novia en brazos y darle un beso largo y profundo, como si llevaran siglos sin verse.

Euge:¡Agustín, que algunas estamos de luto! –se quejó–

El aludido se demoró unos segundos más y depositó a Cande en el suelo, poniendo cara de culpabilidad. Era de suponer que ya estaba al tanto de lo sucedido entre Maxi y Euge. Avanzó hasta ella y la abrazó con cariño.

Agus:Lo siento, Euge. Si lo hubiera sabido…

Ella desechó sus disculpas con un gesto de la mano y una sonrisa.

Euge:No se puede bromear con ustedes –se lamentó, poniendo los ojos en blanco, aunque había un matiz entristecido en su voz– Bien, ¿por dónde empezamos?

Agus estudió su vestimenta durante unos instantes y luego la mía.

Agus;Está claro quién se subirá a la barra esta noche –apuntó, arqueando las cejas–

Lali:¡Venga ya! Pueden hacerlo Peter o Cande

Agus:No, Cande no –replicó con rapidez– No quiero acabar la fiesta liándome a piñas con nadie

Cande:Sos como un nene –lo acusó–

Euge y yo nos reímos entre dientes.

Xxx:¡Las bandejas no van a ir solas hasta su sitio! –gritó una voz desde el fondo del local–

Me giré y me encontré con Peter, que nos observaba con gesto contrariado, como si le molestara que estuviésemos allí. Por mí se podía ir al infierno.

Lali:Tienes dos brazos y dos piernas, ¿no? –le respondí también a gritos– Pues ya sabes. Y por cierto, hola, yo también me alegro de verte

Agus retomó sus tareas y nosotras bajamos al sótano. Cande y Euge me mostraron el almacén y una pequeña oficina donde dejamos nuestros bolsos.

Euge:Lo tuyo con Peter es puro amor –se burló mi compañera de piso–

Aunque el comentario me hizo reaccionar a la defensiva.

Lali:Es un gilipollas

Cande:Es un buen pibe, Lali –lo defendió mientras regresábamos al piso superior– Un poco calentón pero buen pibe. Solo que hay días en los que se vuelve infumable

«Todos, desde que he llegado», pensé para mí.

Me sorprendió que Euge no participara en la conversación. Me había acostumbrado a escuchar sus parloteos a todas horas, pero achaqué sus ausencias a la reciente ruptura. Agus me presentó a David, otro de los camareros, y nos asignó trabajo a todos. Peter y yo nos esquivábamos sutilmente. Si él pasaba tras la barra, yo salía a arreglar las mesas. Si él seleccionaba las listas de reproducción que pincharía durante la noche, yo rellenaba los frigoríficos con bebidas. Era como si nos repeliéramos, lo cual era estúpido e infantil porque no solo trabajábamos juntos sino que además compartíamos piso. 

No tuve tiempo de darle muchas vueltas al asunto. La gente comenzó a llegar y el bar se llenó de tíos y también con más chicas de las que esperaba.

Cande:Son moteros, Lali, no los ángeles del infierno –me reprendió cuando lo comenté con ella– Apuesto a que también creías que vendrían forrados de cuero de pies a cabeza y con barbas hasta el pecho

Lali:Soñaba con que vinieran vestidos de cuero –lloriqueé en respuesta– Mira, eso sí es un verdadero motero

Ella se puso de puntillas y localizó a un chico que se apoyaba en la barra como si fuera de su propiedad. Lo mejor de todo es que nos daba la espalda, pero no eran sus anchos hombros lo que mirábamos. La tela de sus pantalones de cuero perfilaba al detalle los músculos de su trasero, contraídos por la postura. Me dieron ganas de acercarme hasta él y pellizcarlo para ver si no se trataba de una alucinación. Euge pasó por nuestro lado y lanzó un silbido al darse cuenta de lo que nos mantenía absortas y con las mandíbulas a punto de desencajarse.

Euge:Ok, se acabó el luto –murmuró para sí misma–

El aludido pareció percibir nuestras insistentes miradas porque se dio la vuelta, pillándonos a las tres embobadas. Saludó con la mano y sonrió de forma sugerente.

Lali:Aquí la única libre soy yo –farfullé sin apenas abrir la boca– Cande tiene a Agus y tú no estás en condiciones de iniciar ninguna relación

Cande:Pensaba que no querías tener nada con nadie –dijo volviéndose hacia nosotras–

Lali:No era en serio –continué con la broma– ¿Recuerdas lo que dije de las emociones fuertes? Pues bien, ese de ahí tiene pinta de jugar duro

Las tres reímos. Cande se dirigió a las mesas, y Euge y yo acudimos a la llamada de Agus, que nos reclamaba para que le ayudásemos a servir las bebidas. Mi amiga esbozó una sonrisa de muñequita perversa y se plantó delante del rubio rapado de culo escultural para atenderle. Los observé charlar animadamente y me alegré de haber conseguido que se distrajera.

El ambiente era inmejorable. Todo el mundo era muy amable. Iban y venían de un corrillo a otro, compartiendo anécdotas sobre excursiones o concentraciones a las que habían asistido. Algunos se iban animando a bailar mientras que otros disfrutaban del picoteo y la bebida. Tragaban alcohol como si no hubiera mañana. Serví una copa detrás de otra, solo esperaba que ninguno hubiera venido en moto.

Peter se encargaba, aparte de las labores de camarero, de poner la música. Se mantuvo en la esquina del mostrador más alejada de la puerta gran parte del tiempo, por lo que apenas me crucé con él. Pero de vez en cuando lo sorprendía observándome. Me daba la sensación de que realizaba su trabajo de forma mecánica y sin ganas. No me lo imaginaba allí todas las noches con esa pose abatida.

Lali:¿Qué le pasa a Peter? –le pregunté a Agus en una de las pocas ocasiones en que ambos estábamos sin hacer nada–

Mi jefe giró la cabeza para dar con mi compañero de piso.

Agus:A veces se pone difícil, se le pasará –comentó, restándole importancia– Pero ten paciencia con él, lo ha pasado mal

Lali:¿A qué te refieres?

Se revolvió el pelo con gesto nervioso, como si pensase que no debería haber dicho nada. La música aumentó de volumen y Something for the pain, de Bon Jovi, resonó en toda la sala. Había dos chicos subidos a las mesas y marcándose una coreografía, totalmente entregados. Los demás aplaudían y los animaban.

Agus:Voy a intervenir antes de que arrasen el local

Agus salió disparado, dejando mi pregunta en el aire. No pude evitar reírme. La verdad es que los chicos tenían talento. Si fuera él les ofrecería un puesto, estaba segura de que el bar se le llenaría de chicas todas las noches. Mi jefe los invitó a bajarse de las mesas y, aunque se resistieron a ello, terminaron por ceder. El resto de clientes les dedicó una ovación.

Mi mirada tropezó con la de Peter de nuevo. Pero esta vez no disimuló, sino que continuó observándome sin apenas parpadear hasta que la canción finalizó y Jon Bon Jovi repitió una vez más «Give me something for the pain». Entonces se concentró en el portátil, conectado al sistema de sonido, y pasó la siguiente hora ignorándome.

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