viernes, 20 de marzo de 2015

13° ENAMORADA DEL CHICO "MALO" ❤



   CAPITULO 13:   2/3


Las siguientes semanas las viví en una especie de calma tensa que amenazaba con desatar una tormenta en cualquier momento. Por un lado, la relación entre Peter y yo se volvió algo más cordial. Seguíamos con nuestras pequeñas disputas, aunque creo que ambos disfrutábamos de ellas. Pero además Peter me sorprendió en otras tantas ocasiones con detalles inesperados, que contradecían la idea de que lo que quiera que había pasado entre nosotros la noche de la fiesta motera se había diluido hasta desaparecer.

Una mañana después de salir de la ducha y vestirme, me dirigí a la cocina para preparar un café antes de ir a clase. Euge seguía durmiendo porque no tenía que ir a la facultad hasta segunda hora y de Peter no había ni rastro. No obstante, me encontré con un completo desayuno sobre la encimera. Había una bandeja con zumo de naranja, café recién hecho, un par de bollitos rellenos de chocolate (mis preferidos) y unas tostadas que todavía estaban calientes. A su lado descubrí un papel doblado por la mitad.


Como solés levantarte tarde y salís corriendo sin comer nada, he
pensado que hoy que tenes prácticas de Genética hasta tarde te vendría
bien algo más que un simple café.
P.


Un poco más abajo y en una caligrafía más apretada, como si lo hubiera añadido más tarde, había escrito: Eu, si sos vos la que lees esto: ¡aparta tus manos de los bollos! Son para L. Y sí, yo también te quiero, primita.

Mi vista fue de la nota a la bandeja de forma alternativa, mientras una sonrisa se extendía por mi cara. Una sonrisa tonta, una de esas que alcanzan las orejas y acaban con dolor de mandíbula cuando las sostienes durante mucho rato, que era exactamente lo que me estaba pasando a mí. Ese día empezaba con clases a las nueve de la mañana y no iba a abandonar la facultad hasta las ocho de la noche ya que, tal y como rezaba la nota de Peter, por la tarde cambiaba el aula por el laboratorio. El gesto me conmovió. No compartía esa asignatura con él, por lo que debía haber
consultado mis horarios para estar al tanto de mi maratoniana jornada.

La realidad era que no sabía muy bien a qué atenerme. Había días en los que apenas nos dirigíamos la palabra y otros en los que nos sentábamos juntos a comer y el almuerzo transcurría de forma tan agradable que nos veíamos obligados a salir corriendo para no llegar tarde a clase. Parecía que Peter me permitiera atravesar sus defensas para luego atrincherarse de nuevo tras una muralla aún más fortificada que la anterior. A veces lo pillaba observándome en silencio, e incluso en una aburrida tarde de domingo en la que nos sentamos a ver una película en el salón, junto con Euge, estoy segura de que no llegó a enterarse del todo del argumento de la misma.

Lo más complicado de la situación era que a mí se me aflojaban las rodillas cuando él me llevaba en moto a la universidad y me era imposible no quedarme mirando sus labios cuando me hablaba. No podía borrar de mi mente sus besos ni las caricias que había repartido por mi cuerpo aquella
noche. No sentía que estuviera disfrutando de la libertad que tanto había abanderado ante Euge, ni estaba actuando como deseaba. De nuevo había condicionado mis propios deseos a las circunstancias. No era yo. Estaba tan perdida como en mi vida anterior, dejando que el tiempo resbalara
entre mis dedos y un día me llevara al siguiente.

«¿Sensata o cobarde?», me pregunté por enésima vez, sin encontrar respuesta.

Euge y yo no volvimos a hablar de su pérdida. Ella no sacó el tema y yo no me atreví a hurgar más en una herida que parecía demasiado dolorosa.

Alguien llamó a la puerta del baño, arrancándome de golpe del estado catatónico en el que me había sumido. Era viernes y esa noche me tocaba trabajar. En algún momento había terminado de maquillarme y me había quedado mirándome al espejo, con la mente a miles de kilómetros de allí.

Xxx:¡Salí de una vez, Lali! –me gritó Euge desde el exterior– Ni que estuvieras rehabilitando la Capilla Sixtina

Terminé de pintarme los labios con un tono cereza que hacía siglos que no usaba y devolví la barra al interior del cajón que me habían asignado. Abrí y salí al pasillo de un salto, esperando encontrarme con Euge y reprocharle su insinuación de que mi cara necesitaba una restauración. Aunque la realidad fuera que me veía obligada a camuflar las ojeras, producto del inoportuno insomnio que sufría.

Me estampé contra el pecho de Peter. Iba sin camiseta pero tenía la piel caliente. Mis manos reposaban en mitad de su pecho y, aunque inicialmente percibí sus músculos tensarse, se repuso enseguida y en sus ojos asomó una mirada traviesa. Debía tener un buen día. Sus dedos se clavaron en mis caderas y eliminó el escaso espacio entre nuestros cuerpos.

Peter:Ya sabía yo que te morías por lanzarte en mis brazos, L. Tenemos tiempo para uno rapidito antes de ir a trabajar –comentó, con un tono de voz más ronco de lo normal, y mis pulsaciones se dispararon–

Lali:No tendría ni para empezar –dije, sin pensar en lo que decía–

Peter:Déjame que lo dude –contestó él–

Inclinó la cabeza y acarició con la nariz la curva de mi cuello, desde la clavícula hasta el hueco tras la oreja. Pasaron unos segundos hasta que murmuró en mi oído—: Cuando quieras te lo demuestro.

No estaba bromeando. Sus palabras sonaron tan desafiantes que por un momento pensé que iba a alzarme y llevarme hasta su cama. Y el pensamiento no hizo más que incrementar la excitación que me provocaba tenerlo tan cerca.

Por el rabillo del ojo vi a Euge asomarse desde el interior de su habitación. No creía que hubiera escuchado la última parte de nuestra conversación, pero podía imaginar que la escena era lo suficientemente reveladora para que dudara de si debía o no interrumpirla. Ordené a mis manos empujar a Peter para apartarlo de mí.

Lali:Tenemos que ir a trabajar

Peter:Suena demasiado a excusa, L –replicó él, reteniéndome contra su pecho– No deberías empezar nada que no estés dispuesta a acabar

El inocente juego había pasado a ser un intercambio de reproches en toda regla. Claro que no estaba del todo segura de quién tenía más munición para lanzar al otro.

Lali:No tiene gracia, Peter

Peter:¿Quién dijo que estoy bromeando?

No sabía si tenía más ganas de besarle o de abofetearlo. Euge lo llamó desde su dormitorio, alegando que necesitaba ayuda. Tendría que darle las gracias después.

Peter:Por cierto –añadió, después de soltarme para acudir junto a su prima
– estás preciosa

Me alisé la ropa que había elegido después de rondar mi armario media hora. No era partidaria de llevar falda cuando era consciente de que, si Agus se empeñaba en que debía subir a la barra, no podría negarme. Pero estaba harta de ir al bar con pantalón y las noches se volvían cada vez más frías, así que había optado por arrancarle la etiqueta a un vestido que me había comprado en un arrebato el fin de semana anterior. Era de un discreto tono negro, pero ceñía mis curvas, desde los hombros hasta la mitad de los muslos, con tanta suavidad que parecía hecho a medida para mí. Había recogido mi melena en un moño descuidado que dejaba algunos
mechones sueltos, y completado el atuendo con unos zapatos de tacón medio para no terminar con los pies destrozados.

Euge:La caja de arriba –le escuché decir–

A saber qué excusa se había inventado para reclamar la atención de su primo.

Euge:Sí, esa

Peter pasó por mi lado en dirección al salón mientras yo permanecía plantada ante la puerta del baño, luchando por recuperar el control de mis emociones. Euge apareció a mi lado y me metió a empujones en su dormitorio.

Euges:¿Qué hacés? –me preguntó en voz baja, a pesar de que había cerrado la puerta–

Lali:¿Que qué hago yo? ¿Qué hace él? –me defendí– ¡Me está acosando!

Euge:No me refiero a eso, Lali –contesté, agitando la mano frente a mi cara– Se mueren por meterse mano y ninguno de los dos es capaz de dar el primer paso, cualquiera que los vea juntos puede darse cuenta de eso. Es por vos. No sé cómo eras antes de venir a vivir a Argentina pero en las últimas semanas parece que te hubieran metido un palo por el culo.

Lali:Muchas gracias por el apunte, Eugenia –me crucé de brazos, a la defensiva– Te ha quedado muy gráfico

Ella resopló y se sentó en la cama, frotándose el puente de la nariz.

Euge:Venga ya. He hablado con Tefy. Vos no sos así –dijo–

Casi podía escuchar las protestas airadas de mi mejor amiga a través del teléfono.

Lali:No sé cómo soy

«Sensata. Cobarde». No había tomado una decisión.

Euge:Me da igual lo que hagas o no con Peter. Pero no dejes que sus problemas se vuelvan los tuyos o pasarás el curso amargada. Te pedí que fueras su amiga, no pretendía que asumieras que lo que le pasa es culpa tuya

Fue mi turno para resoplar.

Lali:No estoy amargada –repuse, aunque puede que Euge no andase tan desencaminada–

Euge:Lo que sea –se puso los zapatos y abrió la puerta, dando por terminada la reprimenda– Pero pensás demasiado

La seguí por el pasillo.

Lali:¿Qué sugieres? ¿Que me lie con él?

Euge:No, solo quiero que vivas, que no condiciones tu forma de actuar por un tipo

Su afirmación hizo que me detuviera. No sabía de qué habrían hablado Tefy y ella, pero ya fuera debido a su charla o a lo intuitiva que era Euge, había dado en el clavo. ¿Dónde habían quedado todos los propósitos con los que había iniciado mi aventura en tierras Argentinas?

Lali:Tienes razón –admití, rindiéndome, porque sabía que así era–

Había pasado de querer comerme el mundo y disfrutar al máximo la experiencia de estar lejos de mi vida anterior, a aceptar que los días pasaran sin pena ni gloria. El problema no era Peter, sino mi forma de enfrentarme a los obstáculos que encontraba en mi camino.

Euge:No me digas que no tengo… ¿Qué dijiste?

Lali:–me reí– Que tienes razón

Euge:Es para que me calle, ¿no? –repuso ella, y no pude evitar sonreír– Me estoy metiendo donde no me llaman…

La abracé y le di un sonoro beso en la frente para agradecerle su sinceridad, dejando un rastro de carmín tras de mí.

Lali:Estás justo donde tienes que estar, Euge

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